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lunes, 13 de febrero de 2012

cronica ruta del toro

Un cielo despejado, azul y limpio, nos saluda por la mañana al partir en busca del toro bravo que se cría en los pastos de Colmenar Viejo, Manzanares el Real y Soto del Real. Ese cielo despejado y ese sol tan luminoso esconden el auténtico desafío del día: el frío y el viento. Nada más salir de la ermita de Los Remedios hacia la cárcel de Soto, una marea que sopla del norte nos golpea en la cara y penetra hasta los huesos. Sólo se puede vencer este frío con movimiento, así que aceleramos de salida el ritmo para entrar en calor. No hay árboles que protejan del viento, sólo pastizales donde las vacas bravas y mansas se alimentan desafiando los caprichos del clima. A la derecha del camino, un grupo de vacas jóvenes nos observa con parsimonia mientras enfilamos hacia el segundo tramo del camino: la senda de barro.

La senda cruza los prados meridionales de Soto, y es un atajo muy transitado sobre todo en verano para evitar pasar hacia Manzanares por la carretera; los coches van demasiado rápido.



Pero hace tanto frío que el barro está congelado, y parte del cauce de los arroyos que cruzamos también, con lo que la senda, que nos ha empapado de barro otras veces, se hace más sencilla de lo esperado, menos “ciclocrossera”. Los árboles nos enseñan su musgo amarillento y nos ofrecen sus ramas desnudas que palian el efecto de viento. Benditos sean.

La salida del camino nos conduce hasta seguir el curso del arroyo del Mediano, por un tramo de la Cañada Real Segoviana. El camino asciende lentamente hacia el noroeste en suave ascenso hasta cruzarnos con el GR-10. Aquí paramos para sacar unas fotos a la “peña del guardia civil”. La llaman así porque parece un guardia civil antiguo de espaldas, con la capa al hombro, patrullando el campo. Una valla que anuncia ganado bravo nos impide verla más de cerca.



Tomamos el GR-10 hacia el embalse de Santillana, bordeamos el agua llaneando por un camino en buen estado. Algún arroyo helado nos da un pequeño susto sin importancia, y el castillo de Manzanares nos recibe orgulloso en la colina. El frío y el sudor no invitan a hacer una parada, así que lo observamos desde abajo un par de minutos, comemos una barrita para recargar y arrancamos hacia la parte más dura de la ruta: el regreso a Colmenar.



Para volver, tomamos el GR-124 o Senda Real, que forma parte del Camino de Santiago en la comunidad de Madrid. Pero no vamos a Santiago, así que vamos al revés. Para empezar subimos la cuesta del Enebrillo, para pasar al otro lado del Manzanares. Larga, empinada, pero las vistas del valle en la parte alta hacen que el esfuerzo merezca la pena.



La bajada es más tendida y giramos hacia la izquierda por el GR-124 todavía, rumbo al puente romano de El Batán, una encrucijada importante en el ciclismo de la zona. Desde el puente, otro paciente espectador de las idas y venidas del tiempo, pasamos por debajo de la carretera continuando el GR-124, pero tras una serie de cortas subidas giramos a la izquierda y tomamos un tramo de falso llano que discurre sobre el canal de cables eléctricos que va a Colmenar desde la presa de Santillana. No hay peligro porque es un camino transitado y perfectamente habilitado. Entonces llegamos a los prados del bravo.

Pasamos dos cancelas que cerramos cuidadosamente y que advierten de la presencia de las reses; sin salirnos del camino, protegidos por las cercas, disfrutamos del espectáculo de novillos jóvenes, vacas bravas y toros adultos paciendo libremente en el campo, tranquilos y ajenos al destino que les espera.







El campo, la libertad, aunque sea vigilada, realzan el aspecto venerable de este animal. Este toro, en el campo, es más toro, más señor; pensamos un momento en el sentido de la fiesta nacional, sin encontrar una respuesta clara. Quizás arte, quizás salvajada. Puede que ambas.

Desde aquí, la última etapa hasta Colmenar es un pequeño trámite por otra zona pedregosa de la Senda Real. Llegamos al punto de partida y termina la ruta del toro. Al año que viene, más.